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Fermín me miró, mudo.

Julián es un amigo mío —dije yo.

La hermana Emilia asintió.

—Estuvo con ella varias horas. Hacía años que no la oía reír. Cuando él se marchó, ella me dijo que habían estado hablando de otros tiempos, de cuando eran jóvenes. Me dijo que ese señor le traía noticias de su hija Penélope. No sabía que Jacinta hubiera tenido una hija. Me acuerdo, porque aquella mañana Jacinta me sonrió y cuando le pregunté por qué estaba tan contenta me dijo que se iba a casa, con Penélope. Murió al alba, mientras dormía.

La Rociíto concluyó su ritual de amor un rato después, dejando al abuelillo rendido y en brazos de Morfeo. Cuando salíamos, Fermín le pagó doble, pero ella, Página 284 de 288

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que lloraba de pena ante el espectáculo de todos aquellos desahuciados olvidados de Dios y del demonio, se empeñó en donar sus emolumentos a la hermana Emilia para que les diesen una merienda de chocolate con churros a todos, porque a ella eso siempre le quitaba las penas de la vida, esa reina de las putas.

—E que una e una sentimentá. Mire uté, señor Fermín, ese pobresillo... si no má quería que lo abrasase y le acarisiase. Se la parte a una tó...

Colocamos a la Rociíto en un taxi con una buena propina y enfilamos la calle Princesa, que estaba desierta y sembrada de velos de vapor.

—Habría que irse a dormir, por lo de mañana —dijo Fermín.

—No creo que pueda.

Nos echamos a andar rumbo a la Barceloneta y, casi sin darnos cuenta, nos adentramos por el rompeolas hasta que toda la ciudad, reluciente de silencio, quedó a nuestros pies como el mayor espejismo del universo emergiendo del estanque de las aguas del puerto. Nos sentamos al borde del muelle a contemplar la visión. A una veintena de metros se iniciaba una procesión inmóvil de automóviles con las ventanas veladas de vaho y hojas de diario.

—Esta ciudad es bruja, ¿sabe usted, Daniel? Se le mete a uno en la piel y le roba el alma sin que uno se dé ni cuenta.

—Habla usted como la Rociíto, Fermín.

—No se ría usted, que son las personas como ella las que hacen de este perro mundo un sitio que vale la pena visitar.

—¿Las putas?

—No. Putas lo somos todos, tarde o temprano. Yo digo la gente de buen corazón. Y no me mire usted así. A mí las bodas me ponen hecho un flan.

Nos quedamos allí sentados en brazos de aquella rara quietud, catalogando reflejos sobre el agua. Al rato, el alba esparció de ámbar el cielo y Barcelona se encendió de luz. Se escucharon las campanas lejanas en la basílica de Santa María del Mar, que emergía de las brumas al otro lado del puerto.

—¿Cree usted que Carax sigue ahí, en algún lugar de la ciudad?

—Pregúnteme otra cosa.

—¿Tiene los anillos?

Fermín sonrió.

—Ande, vamos. Que a usted y a mí nos esperan, Daniel. Nos espera la vida.

Vestía de marfil y traía el mundo en la mirada. Apenas recuerdo las palabras delcura, ni los rostros prendidos de esperanza de los invitados que llenaban laiglesia aquella mañana de marzo. Sólo me queda el roce de sus labios y, alentreabrir los ojos, el juramento secreto que me llevé en la piel y que recordaríatodos los días de mi vida.

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1966

DRAMATIS PERSONAE

Are sens

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