"Unleash your creativity and unlock your potential with MsgBrains.Com - the innovative platform for nurturing your intellect." » » La sombra del viento – Carlos Ruiz Zafón🕯️

Add to favorite La sombra del viento – Carlos Ruiz Zafón🕯️

Select the language in which you want the text you are reading to be translated, then select the words you don't know with the cursor to get the translation above the selected word!




Go to page:
Text Size:

sombra

del

viento

arrastró hasta su archivo y me dio la dirección del abogado que llevaba los asuntos de Sophie Carax, la madre de Julián.

—A ver... José María Requejo. Calle León XIII, 59. Aunque la correspondencia la enviamos cada semestre a un apartado de correos en la central de Vía Layetana.

—¿Conoce usted al señor Requejo?

—Alguna vez habré hablado con su secretaria por teléfono. La verdad, todos los trámites con él se hacen por correo y los lleva mi secretaria, que hoy está en la peluquería. Los abogados de hoy no tienen tiempo para el trato formal de antes. Ya no quedan caballeros en la profesión.

Al parecer tampoco quedaban direcciones fiables. Un simple vistazo a la guía de calles que había sobre el escritorio del administrador me confirmó lo que sospechaba: la dirección del supuesto abogado Requejo no existía. Así se lo hice saber al señor Molins, que absorbió la noticia como un chiste.

—No me joda —dijo riendo—. ¿Qué le decía yo? Chorizos.

El administrador se reclinó en su butacón y emitió otro de sus ronquidos.

—¿Tendría usted el número de ese apartado de correos?

—Según la ficha es el 2837, aunque yo los números que hace mi secretaria no los entiendo, porque ya sabe usted que las mujeres para las matemáticas no sirven; para lo que sí sirven es para...

—¿Me permite ver la ficha?

—Faltaría más. Usted mismo.

Me tendió la ficha y la examiné. Los números se entendían perfectamente.

El apartado de correos era el 2321. Me aterró pensar en la contabilidad que se debía llevar en aquella oficina.

—¿Tuvo usted mucho trato con el señor Fortuny en vida? —pregunté.

—De aquella manera. Un hombre muy austero. Me acuerdo de que, cuando me enteré de que la francesa le había dejado, le invité a venirse de putas con unos amiguetes aquí a un local fabuloso que conozco al lado de La Paloma.

Para que se animase, ¿eh?, nada más. Y mire usted que dejó de dirigirme la palabra y de saludarme por la calle, como si fuese invisible. ¿Qué le parece?

—Me deja usted de piedra. ¿Qué más puede contarme de la familia Fortuny? ¿Les recuerda usted bien?

—Eran otros tiempos —musitó con nostalgia—. Lo cierto es que yo conocía ya al abuelo Fortuny, que fundó la sombrerería. Del hijo, qué le voy a contar. Ella, eso sí, estaba de miedo. Qué mujer. Y honrada, ¿eh?, pese a todos los rumores y habladurías que corrían por ahí...

—¿Como el de que Julián no era hijo legítimo del señor Fortuny?

—¿Y usted dónde ha oído eso?

—Como le dije, soy de la familia. Todo se sabe.

—De todo eso nunca se probó nada.

—Pero se habló —invité.

—La gente le da al pico que es un contento. El hombre no viene del mono, viene de la gallina.

—¿Y qué decía la gente?

—¿Le apetece a usted una copita de ron? Es de Igualada, pero tiene una chispilla caribeña... Está buenísimo.

—No, gracias, pero yo le acompaño. Vaya contándome mientras tanto...

Página 70 de 288

Carlos

Ruiz

Zafón

La

sombra

del

viento

Antoni Fortuny, a quien todos llamaban el sombrerero, había conocido aSophie Carax en 1899 frente a los peldaños de la catedral de Barcelona. Venía dehacerle una promesa a san Eustaquio, que de entre todos los santos con capillaparticular, tenía fama de ser el más diligente y menos remilgado a la hora deconceder milagros de amor. Antoni Fortuny, que ya había cumplido los treintaaños y rebosaba soltería, quería una esposa y la quería ya. Sophie era una jovenfrancesa que vivía en una residencia para señoritas en la calle Riera Alta eimpartía clases particulares de solfeo y piano a los vástagos de las familias másprivilegiadas de Barcelona. No tenía familia ni patrimonio, apenas su juventud y laformación musical que su padre, pianista de un teatro de Nimes, le había podidodejar antes de morir de tuberculosis en 1886. Antoni Fortuny, por contra, era unhombre en vías de prosperidad. Había heredado recientemente el negocio de supadre, una reputada sombrerería en la ronda de San Antonio en la que habíaaprendido el oficio que algún día soñaba en enseñar a su propio hijo. SophieCarax se le antojó frágil, bella, joven, dócil y fértil. San Eustaquio había cumplido conforme a su reputación. Tras cuatro meses de cortejo insistente, Sophie aceptó su oferta de matrimonio. El señor Molins, que había sido amigo del abuelo Fortuny, le advirtió a Antoni que se casaba con una desconocida, que Sophie parecía buena muchacha, pero que quizá aquel enlace era demasiado conveniente para ella, que esperase al menos un año... Antoni Fortuny replicó que sabía ya lo suficiente de su futura esposa. Lo demás no le interesaba. Se casaron en la basílica del Pino y pasaron su luna de miel de tres días en un balneario de Mongat. La mañana antes de partir, el sombrerero preguntó confidencialmente al señor Molins cómo debía proceder en los misterios de alcoba. Molins, sarcástico, le dijo que le preguntase a su esposa. El matrimonio Fortuny regresó a Barcelona apenas dos días después. Los vecinos dijeron que Sophie lloraba al entrar en la escalera. La Viçenteta juraría años más tarde que Sophie le había dicho que el sombrerero no le había puesto un dedo encima y que cuando ella había querido seducirle, la había tratado de ramera y se había sentido repugnado por la obscenidad de lo que ella proponía. Seis meses más tarde, Sophie anunció a su esposo que llevaba un hijo en las entrañas. El hijo de otro hombre.

Antoni Fortuny había visto a su propio padre golpear a su madre infinidadde veces e hizo lo que entendía procedente. Sólo se detuvo cuando creyó que unsolo roce más la mataría. Aun así, Sophie se negó a desvelar la identidad delpadre de la criatura que llevaba en el vientre. Antoni Fortuny, aplicando su lógicaparticular, decidió que se trataba del demonio, pues aquél no era sino hijo delpecado, y el pecado sólo tenía un padre: el maligno. Convencido así de que elpecado se había colado en su hogar y entre los muslos de su esposa, elsombrerero se aficionó a colgar crucifijos por doquier. en las paredes, en laspuertas de todas las habitaciones y en el techo. Cuando Sophie le encontrósembrando de cruces la alcoba a la que la había confinado, se asustó y conlágrimas en los ojos le preguntó si se había vuelto loco. Él, ciego de rabia, sevolvió y la abofeteó. «Una puta, como las demás», escupió al echarla a patadas alrellano de la escalera tras desollarla a correazos. Al día siguiente, cuando AntoniFortuny abrió la puerta de su casa para bajar a abrir la sombrerería, Sophieseguía allí, cubierta de sangre seca y tiritando de frío. Los médicos nuncapudieron arreglar completamente las fracturas de la mano derecha. Sophie Caraxnunca volvería a tocar el piano, pero dio a luz un varón al que habría de llamarJulián en recuerdo al padre que había perdido demasiado pronto, como todo en lavida. Fortuny pensó en echarla de su casa, pero creyó que el escándalo no sería Página 71 de 288

Carlos

Ruiz

Zafón

La

sombra

del

viento

bueno para el negocio. Nadie compraría sombreros a un hombre con fama decornudo. Era un contrasentido. Sophie pasó a ocupar una alcoba oscura y fría enla parte de atrás del piso. Allí daría a luz a su hijo con la ayuda de dos vecinas dela escalera. Antoni no volvió a casa hasta tres días después. «Este es el hijo queDios te ha dado —le anunció Sophie—. Si quieres castigar a alguien, castígame amí, pero no a una criatura inocente. El niño necesita un hogar y un padre. Mispecados no son los suyos. Te ruego que te apiades de nosotros. »

Los primeros meses fueron difíciles para ambos. Antoni Fortuny habíadecidido rebajar a su esposa al rango de criada. Ya no compartían ni el lecho ni lamesa, y rara vez cruzaban una palabra como no fuera para dirimir alguna cuestiónde orden doméstico. Una vez al mes, normalmente coincidiendo con la luna llena,Antoni Fortuny hacía acto de presencia en la alcoba de Sophie de madrugada y,sin mediar palabra, embestía a su antigua esposa con ímpetu pero escaso oficio.

Aprovechando estos raros y beligerantes momentos de intimidad, Sophieintentaba congraciarse con él susurrando palabras de amor, dedicando cariciasexpertas. El sombrerero no era hombre para fruslerías y la zozobra del deseo sele evaporaba en cuestión de minutos, cuando no segundos. De dichos asaltos acamisón arremangado no resultó hijo alguno. Después de unos años, AntoniFortuny dejó de visitar la alcoba de Sophie definitivamente, y adquirió el hábito deleer las Sagradas Escrituras hasta bien entrada la madrugada, buscando en ellassolaz a su tormento.

Are sens