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Zafón

La

sombra

del

viento

—¿Le reconoce?

—Carax era el apellido de soltera de la madre —matizó la portera, con cierta reprobación—. Éste es Julián, sí. Le recuerdo muy rubito, aunque aquí en la foto parece que tenga el pelo más oscuro.

—¿Podría decirme quién es la muchacha que está con él?

—¿Y quién lo pregunta?

—Discúlpeme, mi nombre es Daniel Sempere. Estoy tratando de averiguar algo sobre el señor Carax, sobre Julián.

—Julián se fue a París, allá en el año 18 o 19. Su padre quería meterlo en el ejército, ¿sabe? Yo creo que la madre se lo llevó para librarlo al pobrecillo. Aquí se quedó solo el señor Fortuny, en el ático.

—¿Sabe si Julián regresó a Barcelona alguna vez?

La portera me miró en silencio.

—¿No lo sabe usted? Julián murió aquel mismo año, en París.

—¿Perdón?

—Digo que Julián falleció. En París. Al poco de llegar. Mas le hubiera valido meterse en el ejército.

—¿Puedo preguntarle cómo sabe usted eso?

—¿Cómo va a ser? Porque me lo dijo su padre. Asentí lentamente.

—Entiendo. ¿Le dijo de qué murió?

—El viejo no daba muchos detalles, la verdad. Un día, al poco de marchar Julián, llegó una carta para él y cuando le pregunté a su padre me dijo que su hijo había muerto y que si llegaba algo más para él que lo tirase. ¿Por qué pone esa cara?

—El señor Fortuny le mintió. Julián no murió en 1919.

—¿Qué me dice?

Julián vivió en París, por lo menos hasta el año 35 y luego regresó a Barcelona.

El rostro de la portera se iluminó.

—Entonces, ¿Julián está aquí, en Barcelona? ¿Dónde? Asentí, confiando en que de este modo la portera se animaría a contarme más.

—Madre de Dios... Pues me da usted una alegría, bueno, si es que vive, porque era un crío muy cariñoso, un poco raro y muy fantasioso, eso sí, pero tenía un no sé qué que te robaba el corazón. No hubiera servido para soldado, eso se veía de lejos. A mi Isabelita le gustaba horrores. Fíjese que durante una temporada pensé que se acabarían casando y todo, cosas de críos... ¿Me deja ver esa foto otra vez?

Le tendí la foto de nuevo. La portera la contemplaba como si fuese un talismán, un billete de vuelta a su juventud.

—Parece mentira, mire, como si le estuviese viendo ahora mismo... y el malasombra ese decir que se había muerto. Desde luego, es que hay gente en el mundo que está para que haya de todo. ¿Y qué se hizo de Julián en París? Seguro que se hizo rico. A mí siempre me pareció que Julián iba para rico.

—No exactamente. Se hizo escritor.

—¿De cuentos?

—Algo parecido. Escribía novelas.

—¿Para la radio? Ay, qué bonito. Pues no me extraña nada, ¿sabe usted?

De chiquillo se pasaba la vida contándole historias a los críos de aquí por el barrio.

En verano, a veces mi Isabelita y sus primas subían al terrado por la noche a escucharle. Decían que nunca contaba la misma historia dos veces. Eso sí, todas Página 63 de 288

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Ruiz

Zafón

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