"Unleash your creativity and unlock your potential with MsgBrains.Com - the innovative platform for nurturing your intellect." » » La sombra del viento – Carlos Ruiz Zafón🕯️

Add to favorite La sombra del viento – Carlos Ruiz Zafón🕯️

Select the language in which you want the text you are reading to be translated, then select the words you don't know with the cursor to get the translation above the selected word!




Go to page:
Text Size:

Resignado a tener a don Gustavo Barceló a bordo, continué mi relato hasta llegar al punto en que Fumero y sus hombres nos habían sorprendido en la calle Moncada horas antes. Concluida la narración, Barceló se levantó y anduvo arriba y abajo por la habitación, cavilando. Fermín y yo le observábamos con cautela. La Bernarda roncaba como un becerrillo.

—Criaturita —susurraba Fermín, embelesado.

—Varias cosas me llaman la atención —dijo finalmente el librero—.

Evidentemente, el inspector Fumero está en esto hasta el frenillo, aunque cómo y por qué es algo que se me escapa. Por un lado está esa mujer...

—Nuria Monfort.

—Luego tenemos el tema del regreso de Julián Carax a Barcelona y su asesinato en las calles de la ciudad tras un mes en que nadie sabe de él.

Obviamente, la fámula miente por los codos y hasta sobre el tiempo.

—Eso vengo yo diciéndolo desde el principio —dijo Fermín—. Pasa que aquí hay mucha calentura juvenil y poca visión de conjunto.

—Quién fue a hablar: san Juan de la Cruz.

—Alto. Tengamos la fiesta en paz y ciñámonos a los hechos. Hay algo en lo que Daniel ha contado que me ha parecido muy extraño, todavía más que el resto, y no por lo folletinesco del embrollo, sino por un detalle esencial y aparentemente banal —añadió Barceló.

—Deslúmbrenos, don Gustavo.

—Pues helo aquí: eso de que el padre de Carax se negase a reconocer el cadáver de Carax alegando que él no tenía hijo. Muy raro lo veo yo. Casi contra natura. No hay padre en el mundo que haga eso. No importa la mala sangre que pudiera haber entre ellos. La muerte tiene estas cosas: a todo el mundo le despierta la sensiblería. Frente a un ataúd, todos vemos sólo lo bueno o lo que queremos ver.

—Qué gran cita es ésa, don Gustavo —adujo Fermín. ¿Le importa si la añado a mi repertorio?

—Para todo hay excepciones —objeté—. Por lo que sabemos, el señor Fortuny era un tanto particular.

Página 178 de 288

Carlos

Ruiz

Zafón

La

sombra

del

viento

—Todo lo que sabemos de él son chismes de tercera mano —dijo Barceló—. Cuando todo el mundo se empeña en pintar a alguien como un monstruo, una de dos: o era un santo o se están callando de la misa la media.

—A usted es que le ha caído en gracia el sombrerero por cabestro —dijo Fermín.

—Con todo respeto a la profesión, cuando la semblanza del villano tiene por toda base el testimonio de la portera del inmueble, mi primer instinto es el de la desconfianza.

—Por esa regla de tres no podemos estar seguros de nada. Todo lo que sabemos es, como usted dice, de tercera mano, o de cuarta. Con porteras o no.

—No te fíes del que se fía de todos —apostilló Barceló.

—Qué velada tiene usted, don Gustavo —alabó Fermín—. Perlas cultivadas al por mayor. Quién tuviera su visión preclara.

—Aquí lo único realmente claro en todo esto es que necesitan ustedes de mi ayuda, logística y probablemente pecuniaria, si pretenden resolver este pesebre antes de que el inspector Fumero les reserve una suite en el presidio de San Sebas. Fermín, ¿asumo que está usted conmigo

—Yo estoy a las órdenes de Daniel. Si él lo ordena; yo hago hasta de niño Jesús.

—Daniel, ¿qué dices tú?

—Ustedes se lo dicen todo. ¿Qué propone usted?

—Éste es mi plan: en cuanto Fermín esté repuesto, tú, Daniel, casualmente, le haces una visita a la señora Nuria Monfort y le pones las cartas sobre la mesa. Le das a entender que sabes que te ha mentido y que esconde algo, mucho o poco, ya veremos.

—¿Para qué? —pregunté.

—Para ver cómo reacciona. No te dirá nada, por supuesto. O te mentirá otra vez. Lo importante es clavar la banderilla, valga el símil taurino, y ver adónde nos conduce el toro, en este caso la ternerilla. Y ahí es donde entra usted, Fermín. Mientras Daniel le pone el cascabel al gato, usted se aposta discretamente vigilando a la sospechosa y espera a que ella muerda el anzuelo.

Una vez lo haga, la sigue.

Asume usted que ella irá a algún sitio —protesté.

—Hombre de poca fe. Lo hará. Tarde o temprano. Y algo me dice que en este caso será más temprano que tarde. Es la base de la psicología femenina.

—¿Y mientras tanto usted qué piensa hacer, doctor Freud? —pregunté.

—Eso es asunto mío y a su tiempo lo sabrás. Y me lo agradecerás.

Busqué apoyo en la mirada de Fermín, pero el pobre se había ido quedando dormido abrazado a la Bernarda a medida que Barceló formulaba su discurso triunfal. Fermín había ladeado la cabeza y le caía la baba sobre el pecho desde una sonrisa bendita. La Bernarda emitía ronquidos profundos y cavernosos.

—Ojalá éste le salga bueno —murmuró Barceló.

—Fermín es un gran tipo —aseguré.

—Debe de serlo, porque por la pinta no creo que la haya conquistado.

Anda, vamos.

Apagamos la luz y nos retiramos de la estancia con sigilo, cerrando la puerta y dejando a los dos tórtolos a merced de su sopor. Me pareció que el Página 179 de 288

Carlos

Ruiz

Zafón

La

Are sens